El yoga llegó a mi vida de la mano de mi papá, no porque él fuera un yogui experto o un gurú, sino por sus lesiones de fútbol. Su médico le recomendó estrictamente hacer yoga o natación para poder seguir jugando como lo venía haciendo. Por una extraña razón, eligió yoga y yo simplemente lo acompañé para que no se aburriera.

Mi historia como practicante y yogui, se fue poniendo interesante con el paso del tiempo. Al principio fue solo una práctica física (aunque mucho más desafiante de lo que me imaginaba) y de a poco hubo algo que sin entender bien qué era, me llevaba de vuelta a cumplir con mis lunes de yoga con rigurosidad, aunque había días que me daba muchísima flaca arrancar.

Un tiempo después, por insistencia de mi maestro y bajo la influencia de mi sol y ascendente en capricornio, me anoté en el instructorado de 500hs de Yoga. Y ahí fue cuando sucedió la magia, fue como conocer el truco. Entendí todo lo que el yoga había hecho en mí sin que mi maestro dijera una sola palabra.

Al principio solo usé ese conocimiento para mi propia práctica, pero de a poco, después de muchas resistencias, empecé a compartir mis conocimientos. Sentía que tenía que dar un pasito más. Y así fue como empecé con mis primeras alumnas online, algunos grupitos presenciales, también para equipos de trabajo, y finalmente, tiempo después, nació la membresía.

Enseñar o guiar prácticas de yoga para mi es un regalo. Escuchando a mis alumnas es donde más aprendo, y donde más me nutro como persona y maestra.

No me considero gurú, ni tampoco tengo todo resuelto, simplemente estoy acá para acompañar a las personas en su viaje interno, en silencio, suave, brindando las herramientas que a mi me siguen ayudando en mi propio camino.

Creo firmemente en la transformación del cuerpo-mente a través de la práctica constante y sagrada.

Hoy, tantos años más tarde, seguimos teniendo juntos con mi papá nuestra clase de yoga todos los lunes de cada semana.

Mi propósito puede tomar forma de clases, retiros, encuentros, prácticas o círculos de mujeres, pero siempre tiene su raíz en expandir la consciencia, para entender que se puede vivir la espiritualidad con alegría, liviandad y mucha presencia cuidando también de nuestro entorno y cuerpo físico.